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La ardilla mudita

  • Foto del escritor: Ana D
    Ana D
  • 12 mar 2023
  • 2 Min. de lectura

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En una pequeña isla, en medio del océano, vivía una feliz familia de ardillas que llevaba una vida muy tranquila.


Cada día correteaban por las rocas, jugaban con las gaviotas y cangrejos, comían todo tipo de frutos, se recreaban mirando al mar y tomaban el sol disfrutando del paisaje.


Una mañana, al despertar, descubrieron que no estaba la ardilla Mudita, la más pequeña de las hermanas y salieron a la playa para buscarla enseguida.

— ¡Muditaaaaaa!, ¿dónde estás? — gritaron todos con mucha fuerza.


— ¿Dónde habrá ido?—dijo la hermana mediana a punto de llorar.


— No puede haber ido muy lejos — contestó la ardilla mayor haciendo un mohín.


Mientras los padres ardillas se miraban uno a otro desolados sin pronunciar palabra.


— Vamos a dividirnos en dos grupos — dijo al fin papá ardilla rompiendo su silencio.


Mamá ardilla y la hermana mayor salieron en dirección a la carretera, por otro lado, papá ardilla y la hermana mediana fueron a buscarla por la montaña de los cactus.


— ¿Habéis visto a Mudita por aquí? — preguntaron las primeras a unos ratones que tomaban el sol adormilados.


No, contestaron los ratones, no la vemos desde hace días.


— ¿Le ha sucedido algo?— preguntaron enseguida.


Y mamá ardilla les contó angustiada que la ardillita muda había desaparecido.


— Nosotros os ayudaremos a buscarla — dijeron, y salieron en dirección al bosque de palmeras.


— ¿Habéis visto a Mudita por aquí? — preguntaron los segundos a unas gaviotas.


— No, contestaron las gaviotas, no la vemos desde ayer.


— ¿Le ha sucedido algo? — preguntaron enseguida.


Y papá ardilla les contó angustiado que la ardillita muda había desaparecido de la noche a la mañana.


Nosotras os ayudaremos a buscarla — dijeron y volaron por tierra y mar en su busca.


Al atardecer, todos volvieron a casa muy cansados sin haber encontrado a la pequeña ardilla. Se miraban unos a otros muy tristes y callados sin saber qué hacer ni qué decir cuando, de repente, dijo uno de los ratoncitos:

— ¿Habéis oído eso?


Todos agudizaron el oído y escucharon:

Ras, ras, ras, ras, ras…


Entraron en la cueva y oyeron, ahora más cerca, el extraño ruido.


Ras, ras, ras, ras, ras…


Papá ardilla se adelantó y se dirigió al rincón de donde venían los extraños ruiditos.


— ¡Mudita, estás aquí! — dijo gritando de la emoción.


La ardillita muda estaba aprisionada por la patita y no podía salir de allí. Entre todos lograron levantar la roca y dejarla libre.


La familia de ardillas abrazó a Mudita con mucha fuerza y todos los amigos celebraron que estuviera viva y sana.

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