La basílica de Santa María la Real es un sitio de culto católico situado en Covadonga, Principado de Asturias (España), declarado basílica menor el 11 de septiembre de 1901.
El templo fue ideado por Roberto Frassinelli y levantado entre 1877 y 1901 por el arquitecto Federico Aparici y Soriano, de estilo neorrománico, construido íntegramente en piedra caliza rosa.
En el interior de la cueva el rey Alfonso I el Católico (739-757) construyó en 740 una iglesia de madera de tejo con tres altares dedicados a la Virgen María, a San Juan Bautista y a San Andrés. Esta iglesia recibía el nombre de Templo del Milagro porque era milagroso como podía mantenerse volada y colgada de la montaña. Encomendó la custodia del lugar a los monjes benedictinos.
En 1777 un incendio destruyó el antiguo templo, que se encontraba contiguo a la Santa Cueva donde se veneraba y se venera a la Virgen de Covadonga (La Santina), conmemorativo de la batalla de Covadonga. Igualmente ardió en su totalidad lo que contenía la cueva, que estaba completamente recubierta de madera. Se decidió entonces levantar uno nuevo a modo de monumental santuario, para lo que se pidió limosna en toda España, con la oposición del cabildo, ya que los canónigos querían reconstruir el templo de la Santa Cueva y el santuario ideado por el arquitecto Ventura Rodríguez, que nunca pudo llevarse a cabo.
El empuje definitivo para la construcción no llegó hasta un siglo después y sería el rey Alfonso XII el que se interesase en la conclusión de esta obra. El diseño clasicista de Ventura Rodríguez, de difícil y costosa construcción, dará paso a un diseño neomedievalista. La idea original de este nuevo proyecto fue del erudito alemán Roberto Frassinelli, conocido como el alemán de Corao, que era gran dibujante pero no era arquitecto y tuvo que ceder su puesto al arquitecto Federico Aparici, titulado de la Academia de San Fernando; aun así el alemán tuvo tiempo de dirigir las obras de la cripta.
Basílica
La basílica presenta una gran unidad estilística, dentro de los cánones del estilo románico en el que fue concebida. El edificio se asienta sobre una gran terraza. Presenta tres naves, la central notablemente más alta que las laterales, con transepto y cabecera rematada por tres ábsides escalonados; las naves se cubren por bóvedas de arista. La fachada principal llama la atención por las esbeltas agujas que rematan las torres. El acceso se forma por un pórtico adelantado a la nave, con tres arcadas de medio punto. En todo el edificio destaca la tonalidad rosácea por el tipo de piedra caliza que contrasta con el verde del paisaje.

LA SANTA CUEVA
Sin duda alguna, la Santa Cueva será el primer y más importante lugar a visitar. En ella se encuentra la Virgen de Covadonga o la “Santina”, apelativo con el que popular y cariñosamente la conocen los asturianos.
El nombre de Covadonga procede de la expresión latina Cova Dominica (que viene a significar Cueva de la Señora), la cual se ha ido transformando hasta llegar a la palabra actual: Covadonga.
Primitivamente, la oquedad de la Santa Cueva se encontraba recubierta de madera y era conocida como “el milagro de Covadonga”, porque las vigas estaban incrustadas en la roca que parecía un milagro el que no se cayesen. En el año 1777 se produce en ella un incendio en el cual se pierde la imagen de la Virgen, joyas, cálices y todas las pertenencias que dentro se encontraban.
La imagen actual es del S.XVI y ha sido donada por el Cabildo de la Catedral de Oviedo en 1778, como compensación a la pérdida de la imagen primitiva.
También en la Cueva podemos encontrar el sepulcro de D. Pelayo, que se encuentra encajado en la pared lateral derecha, antes de llegar a la imagen de la Virgen. Aunque originalmente fue enterrado en una iglesia cercana llamada Santa Eulalia de Abamia sus restos, junto a los de su esposa Gaudiosa y su hermana, fueron trasladados a la Santa Cueva en tiempos de Alfonso X “el Sabio”, en el siglo XIII. Más adelante, y algo más escondido, se encuentra el sepulcro de D. Alfonso I y su mujer Hermesinda (hija de D. Pelayo).
La actual capilla que hay en su interior es de estilo neorrománico y se construyó a principios de los años cuarenta, tras finalizar la Guerra Civil Española, es obra del arquitecto Luis Menéndez Pidal.
También cabe destacar el antipendio del altar, que muestra una representación de la batalla de Covadonga. Fue realizado por Juan José García Talens para la II Bienal de Barcelona. Otra pieza que llama la atención es la exedra con relieves de los reyes de Asturias que hay detrás de la Virgen, está basada en el arte prerrománico asturiano. A ambos lados de la imagen de la Virgen se han colocado unas lámparas de estilo visigodo que reproducen la corona de Recesvinto, del tesoro de Guarrazar.

En el interior, destaca la imagen de Nuestra Señora, que recibe culto en el altar mayor, obra del escultor decimonónico Juan Samsó. Debemos destacar la puerta del sagrario, obra del diseñador Alfredo Miranda Fernandez(1911-2009) y realizada en Barcelona en los talleres de Modest Morató (1909-1993).
Entorno
En la explanada de la basílica son reseñables:
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la Campanona, campana de tres metros de altura y 4.000 kilos de peso construida en 1900 en La Felguera, donada por el conde italiano Sizzo-Norris y Luis Gómez Herrero;
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la estatua de bronce de Pelayo de 1964, del escultor Gerardo Zaragoza;
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el obelisco con la Cruz de la Victoria es de 1857, levantado por los duques de Montpensier; la tradición dice que fue el lugar en que don Pelayo fue coronado rey;
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el monasterio de san Pedro, es Monumento Histórico Artístico. Se cree que fue fundado por Alfonso I, pero fue reformado en diferentes épocas. De época románica conserva parte de sus muros y sus tres ábsides escalonados y semicirculares. En el siglo XVII se construyó el nuevo claustro de planta rectangular con dos niveles, el inferior de arcos de medio punto y el superior con arcos carpaneles. En 1687, se remodela el monasterio dándole su portada barroca, coronada por un frontón. En el XVIII otra reforma, dota al edificio de nave única y cubierta de madera.
















